Nuestro siguiente tema es el neoclásico, ¿te suena aburrido?
Pues a pesar que este movimiento regresa a las formalidades y la simpleza del
pasado, cabe destacar que tuvo muchos aportes en las bellas artes. El
nacimiento de este movimiento se dio en dos lugares principalmente en Roma y
París, buscaban orientar el arte en un sentido racional, rechazando la
superficialidad del rococó y el ilusionismo del barroco. En ramas como la
pintura también se abandona los temas superficiales y le agregan un valor
didáctico y moralizante, consideraban que era imprescindible el conocimiento
científico de las fuentes clásicas griegas y romanas. Mediante estas fuentes se
buscaba resucitar la virtud y la perfección del mundo. Las obras clásicas están
cargadas principalmente de hechos donde la razón es el punto más importante en
todas ellas, es por ello que es adoptado nuevamente. Es decir que predomina
todo lo que se puede entender y rechazaban todo aquello que viniera impuesto
por la fe o la tradición, promoviendo y fomentando los temas que manifiesten
las ideas liberales de la época como la igualdad, la fraternidad y la libertad.
Todo el trabajo desarrollado en esta época está cargado de simbolismo y la etapa
de la ilustración representa el deseo de los filósofos de esa época por
racionalizar todos los aspectos de la vida y del ser humano. Este movimiento
vino a sustituir el papel de la religión por una ética laica que ordenará desde
entonces las relaciones humanas y llevara a un concepto científico de la
verdad. La diversidad de los estilos que había a finales del siglo XVIII hizo
que el arte neoclásico sea dividido con adjetivos: lo bello, lo sublime y lo
pintoresco. Con lo bello se buscaba la perfección, volviendo a las formas
sencillas, proporcionadas y simétricas. Con lo sublime se explota el dolor, el
sufrimiento que es capaz de conmover al hombre y causarles temor, admiración y
respeto. Finalmente lo pintoresco es la diversidad y explotación de los rasgos
accidentales e individuales.
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